martes, 5 de enero de 2016

Tal día como hoy, hace noventa y seis años


Yolanda Arencibia
Directora de la Cátedra Pérez Galdós

          Tal día como hoy hace noventa y seis años murió en Madrid Benito Pérez Galdós.  Como el año pasado, no quiero hacer un panegírico del maestro sino compartir con el lector amigo su recuerdo desde la realidad de hace un siglo, de 1916, cuando el escritor se enfrentaba a un nuevo año incierto; como nosotros hoy.


Benito Pérez Galdós en 1919. Fotografía de Rafael Mesa y López. Casa-Museo Pérez Galdós. Cabildo de Gran Canaria
Benito Pérez Galdós en 1919.
          El recién estrenado 1916 (problemas físicos aparte, por inevitables) no debió encontrar a un Galdós especialmente optimista. Tal vez el cielo de Madrid lucía tan limpio como el de Gran Canaria hoy; pero es un sol que no calienta. Sale muy poco de casa. Cuenta allí con el inalterable cariño de su sobrino don Pepino, con los cuidados de Rafaelita y de los fieles Victoriano y Paco, con las visitas de pocos y buenos amigos… Pero ya no están sus hermanas; eran mandonas y exigentes, ¡eso sí!, pero atentas y cuidadosas para con él hasta sus últimos momentos; ¡siempre lo trataron como a un niño grande!  Y, por si fuera poco, ya no puede visitar a su último amor, la “divina” Teo; tomar con ella el chocolate conversando alrededor de la mesa camilla, acariciarle la mano… Ni siquiera le escribe ya. La última carta fue del agosto pasado. Ella le había mandado un dibujo muy bonito de una vendimia de su niñez; «Tiene todo el encanto de las indelebles impresiones de la infancia ‒le había escrito él‒ recordadas y escritas con mano de artista en la edad del completo desarrollo mental».

Eso es así; Teo y él están en ese momento; pero no lo entienden quienes creen que son demasiado viejos para verse. ¡Cuánto añora su calor! Por otro lado, su penuria económica hecha cuestión pública, le ha convertido en centro de una campaña de suscripción nacional. ¡Él, el escritor más importante, el más publicado, la mente más lúcida…! ¡¡Pero en qué se le ha ido tanto dinero como ha ganado!! Tampoco él se lo explica; pero la verdad es que nunca le importó mucho el dinero. Para colmo de males, esa maldita guerra europea se muestra cada vez más cruel, más sangrienta. Cuando estalló hace dos años, su amigo Pérez de Ayala trabajaba en el censo de sus obras para una publicación que le daría buenos réditos. «Yo creo ‒le escribió él entonces‒ que, a pesar de las arrogancias y bravatas de los alemanes, la guerra no ha de durar mucho, y debemos estar preparados para reanudar pronto la vida y con la vida el trabajo que nos alienta y vigoriza». ¡Qué iluso optimismo el suyo! No sólo la tarea está a medias sino, lo que es peor, la conflagración mundial va camino de consagrarse como una de las más sangrientas de la historia de la humanidad. Las guerras, ¡cuántos horrores! Todos ellas son fratricidas; lo sabe desde siempre. ¿No es verdad eso de que somos todos hermanos? Su capacidad mental, sin embargo, se mantiene en perfectas condiciones, ¡¡gracias a Dios!! Y puede dictar con mucha fluidez. No para de imaginar situaciones interesantes para propuestas actuales y atractivas cuando su sobrino cree que dormita. Afortunadamente, le dejan trabajar “algo y aún algos”, como le decía a Teo en la última carta; ¡ella se reiría al leerlo!! Pero Teo no le ha contestado. ¿Será que le han escondido la carta? ¡Bendito sea Dios! Le vigilan demasiado. No entienden nada.

          Ese 1916, don Benito pudo seguir demostrando que no se había parado la cuerda de su reloj. En el próximo febrero, el día 2, Emilio Thuillier va a estrenar con éxito en el teatro Lara su última obra, El tacaño Salomón; es una comedia sobre el tema preocupante de la economía, ¡de su economía! El eterno irónico sonreía abiertamente: “¡A mal tiempo buena cara!” Con esa obra y otras suyas en el repertorio, Thuillier va a iniciar gira por el sur de España; y él, ayudado de su fiel Paco Menéndez, podrá desplazarse hasta Huelva para el estreno de la obra en marzo. Algo molesto será el viaje; pero mucho disfrutará también. ¡Qué éxitos! ¡¡Cuántos aplausos!! 

Más cosas buenas esconde entre sus fechas este 1916. La revista La Esfera lo ha invitado a redactar sus Memorias. ¿Piensa alguien, tal vez, que a estas alturas de su vida va a desvelar aspectos de su intimidad? Tal vez sólo guía a la empresa emprender una aventura atractiva (y lucrativa) para ella y para el memorialista. Desde luego que dictará esas memorias, que irán apareciendo en trece entregas entre marzo y octubre. Serán unas perfectas Memorias de un desmemoriado, porque en ellas contará sólo lo que él quiera contar, sin demasiado apego a fechas y a datos concretos. Su público las recibirá muy bien.
En el verano podrá pasar unos meses en Santander, en su bonita casa de San Quintín que es donde se siente más a gusto. Rubín lleva la huerta de maravilla; pero ya no es como cuando estaba él allí casi todo el año. Los frutales se defienden mejor; pero las hortalizas no son lo que eran. La verdad es que casi nada es ahora lo que era. “Adelante, siempre adelante”, se dice con energía, recordando con una sonrisa cómplice al Teodoro Golfín que inventó para Marianela.
Marianela, por cierto. Será su última alegría de este año; la mayor, sin duda. Por fin va a representarse la versión para el teatro con la que siempre soñó. Se la había encargado a Fernández Shaw, a Valle Inclán…; por fin la habían hecho los hermanos Quintero. No se había atrevido a hacerla él mismo, ¡le tocaba el tema tan de cerca! Concibió a aquella muchachita desgraciada que muere de amor, pensando en la mártir real de sus utopías de joven, la prima Sisita, su primero y gran amor, a quien tocó la peor parte del choque con la realidad. Nunca ha podido olvidar aquello. Todavía le duele. Cuando asistió al ensayo y en la última escena vio llorar a la gran Margarita Xirgu que extendía la mano al exciego Pablo de sus amores, no pudo evitar llorar con ella: «Nela, mi Nela», exclamó entre lágrimas. “Cosas de viejo”, pensaron todos. Cosa de los recuerdos del alma, que no mueren nunca.

           Firme en la brecha seguirá don Benito cuando termine 2016. Aún habrán de subir y caer sus ilusiones con motivo del frustrado Nobel que le mantendrá en vilo durante 1917. Aún llevará un drama a la escena en 1918. Pero ya casi nada es lo que era.  

          Sigue “siendo”, sin embargo, la firmeza de nuestra evocación de don Benito; que queremos concluir repitiendo el párrafo del año pasado. Tal día como hoy, cuatro de enero, hace noventa y seis años murió en Madrid Benito Pérez Galdós. Los genios, sin embargo, no mueren.  Revive Galdós con nosotros cada vez que, releyéndolo, levantamos la vista para pensar; o cuando anotamos detalles sobre los qué, los cómos y los porqués de sus páginas; o cuando lo sentamos junto a nuestra mesa para conversar con él sobre tantas y tantas cuestiones, que fueron de ayer y que siguen siendo de hoy. 
Entierro de Pérez Galdós. Madrid, 5 de enero de 1920
Entierro de Pérez Galdós. Madrid, 5 de enero de 1920.


Este artículo fue publicado en La Provincia/Diario de Las Palmas, lunes 4 de enero de 2016.

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